jueves, 21 de febrero de 2013

Bayóvar, Playas vírgenes del Perú


Texto y Fotografías: Walter H. Wust


Hablar de Bayóvar es referirse por lo general a petróleo, oleoducto o barcos cargueros. Y es que, en realidad, esta porción de desierto ubicada al suroeste de Piura fue escogida hace más de veinte años para embarcar el petróleo que llegaba, vía el oleoducto nor peruano, procedente de la Amazonía. Sin embargo, sólo unos kilómetros hacia el sur, se extiende una de las zonas costeras más hermosas de nuestro litoral: las playas perdidas en el tiempo.

Esta es una tierra de dunas y médanos que viajan lentos pero constantes, como manadas de elefantes enloquecidos vagando siempre con rumbo norte. Es una tierra de vientos salados y sol ardiente que resquebrajan la superficie del desierto, azotando cada tarde a escuálidos arbolillos retorcidos que parecen aferrarse tercamente a un sustento desconocido. Es una tierra blanca y amarilla. Pero al mismo tiempo es azul intenso de aguas transparentes y de cielos despejados que recorren sin cesar bandadas de pelícanos y gaviotas.

Bayóvar es, en suma, una región de dramáticos contrastes. Precipitándose desde el tablazo sechurano las dunas nos llevan hasta la misma orilla del océano. Allí, como guardianes ancestrales, irrumpen las enormes moles de granito que flanquean puntas y playas. Extrañas formas pulidas por el tiempo, la arena y el mar que formaron alguna vez parte de la vieja cordillera de la costa, hundida en las aguas hace millones de años y en espera de algún cataclismo para volver. Estas enormes piedras sirven hoy de lugar de descanso a miríadas de guanayes, piqueros y fragatas. Las aves, por su parte, han añadido su cuota de belleza al paisaje, formando con capas superpuestas de guano blanqueado por el sol singulares diseños a manera de estalactitas que adornan el gris uniforme de las grandes moles. Pero lo más impresionante de este lugar es, sin duda, el mar.

Pocas zonas del Perú poseen un mar tan azul como Bayóvar. Sus aguas, cristalinas y calmas reflejan con inusitada intensidad el cielo inmaculado del desierto. Son aguas frías pero inmensamente ricas. Es precisamente en esta zona de nuestro litoral que la corriente fría peruana se despide del continente y emprende su viaje hacia el mar abierto, para llevar su abundante vida a las costas de las islas Galápagos, varios cientos de kilómetros al norte. Un mar poblado de peces, lobos marinos y juguetones delfines.

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